Todo el mundo preocupado porque los videojuegos violentos acaben fomentando tal clase de actitudes en sus hijos (algo que aún está por demostrarse resolutoriamente) y ahora resulta que la amenaza podría ser aún mayor. Puede que no tan explícita, pero no por ello menos dañina.
Siempre se ha dicho que la manifestación emocional, a fin de cuentas, resulta positiva y que los manicomios están llenos de quienes un buen día emprendieron el tortuoso camino de la represión sentimental. Así, mucho peor que un niño actúe de forma violenta, es que lo haga con el convencimiento de que es lo correcto. No hablemos ya si semejante cambio perceptivo pasa inadvertido a ojos de sus padres.
Es la base de un
interesante estudio llevado a cabo por
Edward T. Vieira, profesor del
Simmons College Communications, publicado en la última edición del
Journal of Children and Media. La conclusión ha sido que
los juegos violentos socavan la moralidad de los niños expuestos, esto es, inciden muy directamente en su desarrollo.
Tomada una muestra de niños comprendida entre los 7 y los 15 años y consideradas variables como edad, género y capacidad de simpatización, la investigación demuesta que los videojuegos de temática violenta pueden terminar improntando en el niño la idea de que ciertos tipos de violencia son aceptables:
El estudio confirmó que los niños pasan el doble de tiempo jugando a juegos violentos que las niñas y que el riesgo a una desensibilización también se duplica en consecuencia.
Vieira dictamina además que los usuarios de temprana edad acaban por considerar que el acto violento carece de consecuencias, algo que se dará en mayor medida ante casos de pobre comunicación parental o amistades poco convenientes.
¿La solución? Dice el profesor que los videojuegos, aunque no deberían dejar de reflejar esta clase de realidades, sí que necesitarían hacerlo también desde la perspectiva de las víctimas. Que no encarnemos sólo a quienes aprietan el gatillo, sino también al que recibe el balazo, lo que suena a carnaza para gurús como
David Cage, padre de esa emocional propuesta llamada
Heavy Rain.